lunes, 16 de junio de 2008

Amas de casa desesperantes

o el sexo en la tercera edad.



Cuando Sex and the City hizo su feliz arribo a HBO hace diez años, el programa parecía fresco y hasta controversial. Era una mirada sincera a la vida amorosa en un mundo donde el romance está muerto. La diminuta isla de Manhattan no parecía tener cabida para el amor, con su tribulante ritmo e incansable cinismo, por lo que estas mujeres tenían que tratar de balancear sus carreras, sus neurosis y sus hormonas en un mundo despiadado.

Y vaya que tenían hormonas. No contentas con acostarse con todo lo que se moviera (siempre y cuando tuviera ingresos mayores a 200k), estas mujeres relataban sus promiscuidades en la mesa del desayuno (técnicamente, brunch) y escandalizaban a los comensales con sus bocas de arriero.

Fast forward a 2008, tenemos la esperadísima versión para el cine de Sex and the City. Las cuatro mujeres han encontrado el amor y la fortuna, siguen viéndose todos los días para el brunch (con todo y que una de ellas viva en Los Ángeles), pero en lugar de sexo, ahora lo que hacen es comprar ropa de marca.

Claro que el programa se había convertido en un comercial de ropa cara desde hacía ya varios años, pero nunca como en la película se había sentido tan flagrante el asalto publicitario. Al menos la serie trataba de balancear el sexo con el consumismo, la película parece haber prescindido del primero para hacerle lugar a los comerciales.

No sabemos si el haber sentado cabeza sea la causa de que estas mujeres midan la felicidad en el tamaño de sus guardarropas, lo cierto es que en los últimos diez años pasaron de interesantes a interesadas, de la calentura al bochorno y de dildos a Dior.

Ultimadamente, la película se siente real cuando deja de lado a los hombres, las bolsas y los zapatos y se centra en la amistad de las protagonistas. Fueron éstos los momentos en que se nos olvidaron nuestras múltiples observaciones y hasta sentimos una extraña inundación de lubricante ocular que hasta ahora era nueva para nosotros.

Pero como ustedes, querido lectores, cuentan con nuestra maldad para enfrentar la vida diaria, aquí les dejamos...

10 escenas que cortaron de Sex and the City: la película

  • Al llegar a la Biblioteca Metropolitana para su boda, Carrie se da cuenta que los ejemplares de sus libros han sido utilizados para nivelar las mesas.
  • En un momento brillante de cross-promotion, Big y Carrie intentan comprar la mansión de Bruce Wayne, pero desisten cuando la baticueva es demasiado pequeña para los zapatos de Carrie.
  • Breve escena donde Carrie se va a vivir a un convento de carmelitas para mitigar su dolor y las monjas terminan utilizando hábitos de color fucsia con logos de Chanel.
  • Big está tan devastado que no quiere nada que le recuerde a Carrie, por lo que subasta todos sus caballos de carreras por unos míseros dólares.
  • Durante su estancia en México, Samantha ve pasar a un paisano montado en burro y termina acostándose con ambos.
  • Dramático momento en que Charlotte por fin vuelve a usar sus lentes y se da cuenta del engendro con el que ha estado acostándose los últimos 6 años.
  • Una noche en cama, Miranda tiene que llamar a una ambulancia después que casi mata a Steve de hipotermia.
  • La escena donde Louise solicita empleo a Carrie, donde ésta queda completamente sorprendida de que haya gente negra en Nueva York.
  • Stanford se suicida, pero como lleva 7 años sin que ningún otro personaje lo pele, pasa completamente desapercibido.
  • En un epílogo impactante, Carrie por primera vez se ve en un espejo antes de salir a la calle vestida así.